NUTRICIÓN NATURAL Y PREVENTIVA:
QUE TU ALIMENTO SEA TU MEDICINA
Dos
especialistas argentinos explican los fundamentos de la Nutrición Preventiva.
Qué alimentos curan, enferman o causan adicción, según esta corriente.
Por Gonzalo Berguerand
No se
trata de contar las calorías gastadas, consumidas o acumuladas, ni de armar
dietas o programas de ejercicios incumplibles; se trata de tomar conciencia de
cómo es y funciona el organismo, desde lo biológico y químico, para luego
“depurarse”, dejar de intoxicarse con alimentos inadecuados e incorporar los
que verdaderamente nutren y aportan energía de manera más eficiente. Y recordar
que no hay mejor alimento que el que viene crudo, sin paquete.
Esa es
parte de la propuesta de estos dos especialistas en Nutrición Preventiva, un
concepto que va llegando de a poco a los consultorios y ya se incluye en
tratamientos.
Néstor
Palmetti es técnico en Dietética y Nutrición Natural, autor de más de una
docena de libros e impulsor de Espacio Depurativo, en la localidad de Villa de
Las Rosas (Traslasierra, Córdoba), donde recibe a “personas interesadas en
tomar conciencia y atender las necesidades higiénicas y fisiológicas del
organismo, mediante un proceso de autogestión”.
Mediante
talleres y charlas, o con la posibilidad de alojamiento por unos días, se
encara un proceso depurativo que consistente en nueve aspectos: la higiene
intestinal, la limpieza hepática, la depuración de los fluidos internos, el
desparasitado, el reposo digestivo, el ayuno, la oxigenación interna, la
elevación vibracional y la imprescindible modificación de los hábitos
alimentarios.
El
doctor Haroldo Rojas se desempeña como jefe de Clínica e Infectología en el
Sanatorio Adventista del Plata, una de las instituciones privadas más antiguas
y prestigiosas de Entre Ríos. A los 7 años, una charla sobre Medicina
Preventiva que médicos estadounidenses brindaron en su iglesia, lo convenció de
dejar de comer carne.
Una vez
recibido de médico, ejerció su clínica de la manera tradicional (asistencialista,
“con medicamentos que tapan síntomas”) hasta que dio un vuelco hacia nuevos
enfoques como la prevención.
Hoy, a
sus pacientes los trata usando ese novedoso prisma, motivándolos a un estilo de
vida sano, basándose en el acrónimo ADELANTE (Agua pura, Descanso adecuado,
Ejercicio físico, Luz solar, Aire puro, Nutrición adecuada, Temperancia,
Esperanza en Dios).
QUÉ, CÓMO Y CUÁNDO COMER
"Objetivamente,
sabemos que somos frugívoros, que nuestra fisiología digestiva está diseñada y
preparada para frutas, hojas, semillas, algas y raíces. Comida viva y cruda. La
cocina sin cocina. Evitar cocciones, hervores y cualquier modificación en los
alimentos con calor. También es de suma importancia el ayuno, las pausas
digestivas. Ese día el cuerpo puede ocuparse en limpiarse en vez de
digerir", dice el Palmetti.
En
tanto, el doctor Rojas, señala que, además de qué comer, importa el cuándo y el
cómo. El sistema digestivo necesita horas de trabajo y descanso, por lo tanto,
deberíamos comer solamente en el desayuno (como reyes), almuerzo (como
príncipes) y cena (como mendigas). ¿Y entre horas, qué? Agua.
ALIMENTOS QUE CURAN
Para
Palmetti, primero habría que definir qué es curar. Cuando uno comprende la
infinita sabiduría celular que se expresa en nuestro organismo, cae en la
cuenta de que el cuerpo nunca enferma sino que simplemente siempre está
tratando de sobrevivir del mejor modo posible, adaptándose al “combustible”
inadecuado que le suministramos. Por eso, prefiere hablar de “alimentos
fisiológicos” (frutas, verduras y semillas), o sea, "aquellos adaptados a
nuestra estructura digerente. Esos alimentos se metabolizarán fácilmente, darán
muchos beneficios (físicos, energéticos y vibracionales) y no generarán ninguna
toxicidad".
"El
ajo, la cebolla, la achicoria y el brócoli han demostrado tener propiedades
anticancerosas y excelentes antídotos contra los microbios. Hay frutas con
poder antioxidante (frutillas, arándanos, frambuesas)", apunta Rojas.
AQUELLOS QUE ENFERMAN
Según
Palmetti, los “alimentos no fisiológicos” (todo lo que no sea frutas verduras y
semillas) ofrecen dificultades en su metabolización y resultan perjudiciales
para el organismo. "Hace miles de años, por una simple cuestión de
supervivencia en la glaciación, el ser humano tuvo que adaptarse a la proteína
animal (cárnicos, lácteos), a los amiláceos (cereales, tubérculos) y a la
cocción (para poder digerir muchos de esos alimentos no fisiológicos). Como es
obvio, adaptación no es normalidad. Luego, la tecnología nos introdujo el
alimento industrializado y procesado, con el artificial aporte del
desmenuzamiento y la síntesis química, completándose un esquema tóxico y
adictivo, causa profunda del proceso de ensuciamiento crónico que luego deviene
en los procesos que llamamos 'enfermedades1", asegura.
Rojas
apunta, al respecto, que el consumo de azúcar refinada y harina refinada,
lácteos y derivados, carnes rojas y blancas no es lo ideal para nuestro cuerpo.
"Nos enferman lenta pero progresivamente, además de crearnos adicción.
Recordemos las dos herramientas que utiliza la industria alimentaria para tener
éxito comercial: el excesivo contenido de sal y azúcar en todos sus productos.
Por eso, nuestra dieta no debería estar basada en alimentos procesados,
refinados, enlatados, en plásticos ni en tetrabrik. Las harinas y azúcares
refinados producen inflamación crónica del endotelio (la capa interior que
recubre las arterias) y con el tiempo dan lugar a un sinfín de
enfermedades", detalla.
El
trasfondo adictivo
Lentamente,
dice Palmetti, comienza a entenderse el trasfondo adictivo que envuelve a la
comida, más allá de lo psicológico (descarga o compensación emocional),
comienza a “caer la ficha” sobre las verdaderas cuestiones físico-químicas que
forjan la relación enfermiza con el alimento cotidiano, cuando la comida es
utilizada como “relleno” (frente a vacíos internos) y “calmante” (presión por
el estrés de la intensidad de la vida moderna). "La industria también
aportó lo suyo, echando mano a verdaderos compuestos adictivos, como el
glutamato monosódico (GMS) o el jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF). Estos
alimentos monopolizaron el consumo por el vínculo con nuestros receptores
cerebrales y porque generan un efecto relajante", asegura.
ALCALINIDAD Y ACIDEZ
Rojas,
en tanto, dice que el metabolismo de nuestro cuerpo y el estrés oxidativo,
entre otros factores, producen acidez. Una alimentación alcalina contrarresta
esta acción. "Los azúcares refinados, las harinas refinadas, las carnes
rojas y blancas son las principales fuentes de alimentos ácidos; mientras que
el limón, las verduras (fundamentalmente de hojas verdes), frutas y cereales
son alimentos alcalinos", ejemplifica.
Pero no
es que lo ácido sea “malo” y lo alcalino “bueno”, observa Palmetti: "Ambos
se necesitan y se complementan en las reacciones químicas. El plasma sanguíneo
debe mantener a ultranza un ligero nivel de alcalinidad, para no perder la
capacidad de almacenar oxígeno en los glóbulos rojos y eficiencia en la tarea
de eliminación de los residuos celulares, génesis profunda de cualquier
enfermedad. En todos los casos, se requiere la suficiente presencia de bases
(álcalis) que neutralicen los ácidos. Lo más simple es que la sangre obtenga
suficientes bases de los alimentos, y son los alimentos fisiológicos lo que las
proveen en abundancia. En caso de carencia (exceso de ácidos circulantes, entre
otras cosas, por el uso de alimentos no fisiológicos), la sangre echa mano a
dos mecanismos de emergencia para preservar su equilibrio. Uno consiste en
derivar ácidos, depositándolos en los tejidos a la espera de un mayor aporte
alcalino. Esto genera reuma, problemas circulatorios, afecciones de piel, etc.
El otro mecanismo es recurrir a su reserva alcalina: las bases minerales
(calcio, magnesio, potasio) depositadas en huesos, dientes, articulaciones,
uñas y cabellos. De este modo, la sangre se convierte en un
"saqueador" de la estructura orgánica, con el único objetivo de
restablecer el vital equilibrio ácido básico que permite sostener el correcto
funcionamiento orgánico".
EL PODER DE LAS SEMILLAS
"Son
el alimento más concentrado y fácil de conservar, transportar y consumir, y
todas son buenas. Algunas podemos consumirlas directamente o siempre mejor
activadas (remojar durante la noche). Nos referimos a almendra, chía, cajú,
coco, girasol, lino, maní, nueces, pará, pistacho, sésamo, zapallo. Otras
requieren la germinación (alfalfa, amaranto, amapola, fenogreco, lenteja,
quínoa, sarraceno). Las semillas pueden dar lugar a saludables licuados
sustanciosos, sopas licuadas, leches, mantecas y quesos vegetales y combinan
muy bien con frutas y hortalizas. Este grupo esencial nos garantizará la
adecuada provisión de grasas y proteínas de alta calidad", enumera
Palmetti.
"Y
aunque siempre se las pensó solamente como un alimento para pájaros, son indispensables
para nuestro organismo. Las más conocidas y necesarias son lino, chia, sésamo y
girasol. Recordar que se deben consumir trituradas, ya que enteras sirven
solamente como fibra mientras que molidas brindan propiedades antioxidantes y
calcio. El lino es, por ejemplo, la principal fuente de omega 3 de origen
vegetal", coincide Rojas.
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