EL VALOR DE HIGIENIZARNOS LAS MANOS
Por Mª MANUELA HERNÁNDEZ HERRERO
Al analizar los datos epidemiológicos relacionados con
las toxiinfeciones alimentarias producidas en España, se observa que
aproximadamente un 49% de las mismas ocurren en el hogar. Y que entre las
causas que motivaron el brote de toxiinfección, cerca de un 19% debe su origen
a una manipulación incorrecta.
Para evitar esta incidencia tan elevada de casos
bastaría con el cumplimiento de una norma higiénica simple y al alcance de
cualquiera: el lavado de manos con agua caliente y jabón o desinfectante adecuado.
Esta regla de oro fundamental, y que por otra parte resulta poco menos que
obvia, se recoge, junto a otras, en el Real Decreto 202/2000, de 11 febrero,
por el que se establecen las normas relativas a los manipuladores de alimentos.
La piel como órgano a lavar
Es verdad que todos, desde nuestra infancia, hemos
sido educados para que en determinadas circunstancias de nuestra vida cotidiana
nos lavemos las manos, y que en determinadas circunstancias laborales la
concienciación de realizar este acto aún es mayor. En cualquiera de los casos,
sin embargo, hay al menos un par de preguntas que resultan obvias: ¿Cuándo y
cómo debemos lavarnos las manos?
Previamente a explicar por qué es necesario lavarse
las manos, quizás sea conveniente conocer algo de ciertos aspectos fisiológicos
de nuestra piel, que van a determinar si el lavado es correcto o no. La piel es
uno de los órganos más grandes y accesibles de todo el cuerpo humano que ejerce
una función protectora determinante, pues actúa como una barrera impenetrable
entre las bacterias presentes en el ambiente y nuestros órganos internos.
La piel básicamente consta de dos capas, la epidermis
y la dermis. Los microorganismos sólo se localizan en la capa más superficial,
la epidermis, aunque también pueden encontrarse en los folículos pilosos y las
glándulas sebáceas. Asimismo, nuestra piel no es totalmente lisa, sino que
tiene numerosas oquedades que favorecen que los microorganismos residan
fácilmente en ella, siendo prácticamente imposible su total eliminación.
La microbiota en un medio hostil
El objetivo del lavado de manos es eliminar la
inevitable microbiota transitoria La microbiota que se encuentra en nuestra
piel puede dividirse en dos tipos: la microbiota residente y la microbiota
transitoria. La residente, es decir, la microbiota habitual, en la mayoría de
personas está constituida principalmente por microorganismos de los géneros
Staphylocococcus, Corynebacterium y Acinetobacter, así como de la familia
Enterobacteriaceae y determinadas especies de levaduras pertenecientes sobre
todo al género Candida.
La flora residente no suele ser causa de
toxiinfecciones de origen alimentario, a excepción de S. aureus. La función de
este tipo de microbiota es importante ya que actua competitivamente con
bacterias que pueden ser perjudiciales para el ser humano, junto con otros
aspectos de inhibición propias de la piel como su bajo pH (aproximadamente 5) y
la humedad reducida, así como la actividad bactericida de determinados enzimas,
concretamente de la lisozima, de los folículos pilosos y glándulas sebáceas.
La microbiota transitoria es aquella que llega a
nuestra piel por el contacto directo con superficies contaminadas o por
aerosol. Esta microbiota puede estar constituida por bacterias, virus,
parásitos u hongos, causantes en muchos casos de toxiinfecciones alimentarias
como Escherichia coli, Salmonella spp., Shigella spp., Clostridium perfringens,
Giardia lamblia, huevos de Taenia, Norovirus, virus de la hepatitis A, así como
de otros microorganismos de origen fecal.
Dado el potencial patógeno de estos microorganismos,
eliminarlos o evitar su presencia resulta fundamental en los procesos de
manipulación de alimentos. Puesto que esquivar su presencia en muchas ocasiones
es inevitable, es necesario definir e implementar métodos adecuados para
eliminarlos. De todos los posibles, el más simple, y habitualmente el más
rápido y eficaz, es el lavado de manos, aunque debe realizarse adecuadamente,
pues si la eliminación de la microbiota transitoria no es total, al manipular
los alimentos, éstos se van a contaminar en un período de tiempo corto, sobre
todo si la temperatura es la óptima de crecimiento, creciendo en estos casos
hasta alcanzar recuentos próximos a las dosis infectiva de los diferentes
microorganismos.
Origen de la contaminación
La siguiente cuestión a plantear es el origen de la
microbiota transitoria patógena presente en nuestras manos. Conocerlo nos va a
ayudar a eliminarla, es decir, cuándo y cómo el manipulador debe lavarse las
manos. La mayor contaminación de nuestras manos por estos microorganismos
patógenos se produce básicamente por:
La contaminación fecal producida tras utilizar el baño
o manipular basura. En el hogar, además, se debe incluir la contaminación
producida al cambiar pañales o al tocar animales domésticos o sus heces.
La manipulación de productos crudos, normalmente con
una elevada contaminación superficial, como carne, pollo, frutas y verduras.
La contaminación por el contacto con objetos de
utilización común para muchas personas, como el teléfono, el dinero, manetas de
puertas, barandillas...
La contaminación con secreciones producidas al
estornudar o toser, o al tocar diversas zonas corporales contaminadas como la
boca, nariz o cabello.
De acuerdo con los orígenes potenciales de la
contaminación de nuestras manos, es necesario que el manipulador de alimentos
se lave las manos cuando alguna de las siguientes acciones tenga lugar:
·
Antes
de iniciar la manipulación o preparación de los alimentos.
·
Después
de ir al baño.
·
Después
de haber tenido que tocar objetos no rigurosamente limpios como dinero,
teléfono o llaves.
·
Después
que se haya tocado el pelo, nariz o boca.
·
Después
de toser o estornudar
·
Tras
haber manipulado productos crudos
Aunque para muchas personas es evidente, la necesidad
de lavarse la manos después de ir al baño no siempre se realiza, siendo muy
importante concienciar a toda la población del riesgo que ello conlleva. En un
estudio desarrollado en Estados Unidos, a la pregunta de cuántas personas se
lavaban las manos después de ir al baño, el 94% de los encuestados respondió
afirmativamente. No obstante, al cruzar diversos datos, ese porcentaje se
reducía a un 68%.
En otra encuesta similar se observó que curiosamente
la gente se lava más las manos después de ir a un baño público (95%) que en el
hogar (85%) y que las mujeres por lo general mantienen este hábito higiénico
más que los hombres. El lavado de manos antes de manipular o comer alimentos en
las mujeres era de un 84%, mientras que en los hombre era de un 69%; tras toser
o estornudar sólo se lavaban un 40% de las mujeres y un 22% de los hombres.
CÓMO HACERLO
El lavado de manos es un acto simple pero que no
siempre se efectúa adecuadamente. En la normativa relativa a los manipuladores
de alimentos simplemente señala que debe utilizarse agua caliente y jabón o un
desinfectante adecuado. El objetivo es la eliminación de la microbiota
transitoria. Ello depende en gran medida de las características individuales de
cada persona. Sin embargo, hay una localización en las manos en la que se crean
unas condiciones microambientales propicias para el mantenimiento y desarrollo
microbiano: alrededor y bajo las uñas. Además, en el acto mecánico de lavado de
manos, diversas áreas suelen quedar insuficientemente lavadas, como los
espacios interdigitales y el dorso.
El lavado depende también del tipo de contaminación o
de su origen. Si la contaminación es importante, por ejemplo tras salir del
baño (superior a 106) el procedimiento de reducción debe ser más agresivo que
en otras circunstancias, pudiendo realizar un lavado simple o doble con un
cepillo para las uñas. La utilización de un cepillo para las uñas tiene un
efecto mecánico importante para la eliminación de la microbiota transitoria.
En cualquier circunstancia es básico utilizar jabón,
tanto si incorpora actividad bactericida como si no. Si el lavado se realiza
adecuadamente, no sería necesaria la utilización de jabones con desinfectantes,
pues como consecuencia de la acción mecánica se pueden conseguir reducciones de
hasta 105. Además, es necesario asegurarse que el jabón utilizado no está
contaminado, hecho no infrecuente especialmente por Pseudomonas. En este caso
se incrementaría, y no reduciría, la microbiota presente en las manos.
Un ejemplo de lavado de manos doble, en los que se
asegura una reducción de 105 microorganismos, es el siguiente:
Mojado de las manos con agua tibia (20-37ºC). El agua
eliminará los microorganismos más superficiales.
Cepillado de los dedos y uñas. En un cepillo de uña,
añadir un poco de jabón, para luego cepillar y enjabonar principalmente dedos y
uñas durante un tiempo entre 12-15 segundos; mientras, el agua correrá sobre
los dedos, finalizando el proceso cuando el cepillo y los dedos pierdan la
espuma. Se ha demostrado que la reducción microbiana en esta acción es de 103.
El cepillo puede dejarse con las cerdas hacia arriba, lo que permite que el
agua del cepillo se escurra, se seque y así las bacterias no se reproduzcan.
Para el lavado propiamente dicho, se añade jabón sobre
las palmas de las manos y se frotan bien, realizando fricción mecánica en las
palmas, dorso y espacio interdigital, e incluso en brazos. El tiempo aproximado
necesario es de unos 20 segundos. Posteriormente se debe realizar el enjuagado
con agua tibia en los dedos, manos y brazos. En este proceso la reducción es de
102.
Finalmente, es necesario secarse las manos usando
toallas de papel de un solo uso. Con ello, se evita la recontaminación de las
manos, no siendo aconsejable la utilización de aparatos secadores por aire
caliente. El secado de las manos es fundamental pues tiene efecto letal sobre
los microorganismos, produciendo una reducción aproximada en el recuento
microbiano de una décima parte.
Cuando la contaminación bacteriana en la superficie de
las manos no es muy elevada, como por ejemplo tras manipular alimentos crudos,
se puede realizar únicamente un lavado simple, es decir, no se realizaría el
cepillado de las uñas.
En general, la aplicación de sustancias desinfectantes
tras el lavado de las manos, como por ejemplo alcohol al 70%, parece ser que no
es aconsejable pues produce sequedad en las manos que puede dar lugar a la
aparición de grietas, lo cual favorece que la frecuencia de lavado sea menor a
la que realmente sería necesaria.
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